Aviso:
La verdad es que cada niño es único e irrepetible y nace con una forma de ser y un temperamento propio.
Desde pequeños, los distinguimos con facilidad.
Algunos se muestran sonrientes, tranquilos, relajados, simpáticos, afectivos... y otros inquietos, díscolos, retadores, continuamente poniendo a prueba a sus padres.
El nuestro, por lo menos, es luminoso.